La palabra y las ideas sin fronteras - Mundo Cultural Chobojos
ANDANZAS
El trajín de la vida diaria, los viajes planeados o espontáneos, nos hacen llegar a pequeños lugares, donde convivir con la raza es el auténtico privilegio. Poco a poco les haré saber de esos lugares, modestos o lujosos, escondidos o lejanos.
Desde la entrada, el paraguas de piedra monumental te sugiere que estás a punto de experimentar una aventura de conocimiento a través del tiempo y del espacio. El diseño, a cargo del talentoso arquitecto mexicano, Pedro Ramírez Vázquez, es en sí ya una garantía. "En la Antiguedad, la aspiración del arquitecto era construir una Catedral, mi sueño era hacer el Museo Nacional de Antropología". Ubicado anteriormente en la calle de Moneda, en el Centro Histórico, las nuevas instalaciones fueron construídas a un costado del Bosque de Chapultepec en un periodo récord de 19 meses gracias a la promoción de Jaime Torres Bodet y el apoyo del presidente López Mateos. "Quisiera que fuera tan atractivo, que la gente pregunte a algún pariente o amigo: ¿ya fuiste al Museo?, igual que ¿ya fuiste al teatro? Quisiera que los mexicanos al salir de él se sientan orgullosos de serlo".
Así es chobojos, el título de esta entrada dice la verdad. Existe un puente colgante de unos 200 metros de largo a una cuadra del Paseo de la Reforma. Fue construído hace, aproximadamente, 30 años para unir dos sectores de la colonia Lomas de Chapultepec: el de Palmas y el de Reforma. Fue concebido para ayudar a los peatones que iban y venían de ambos lados, ahorrándoles una gran vuelta y, tal vez, más de una hora a golpe de calcetín.
La colonia Lomas de Chapultepec está integrada por varias secciones, siendo las principales: Lomas Virreyes, Lomas de las Palmas y Lomas Reforma. Estas dos últimas están partidas por un barranco que abarca varios kilómetros. Cuando se urbanizó la zona fueron construídos varios puentes: el puente de Sierra Tarahumara, el de Monte Líbano, el de Sierra Aconcagua y el de Monte Tabor y Cordillera de los Andes. Estos puentes fueron construidos de manera formal considerando el tránsito de todo tipo de vehículos.
El puente colgante que nos ocupa está situado entre los de Monte Líbano y Sierra Aconcagua, atravesando el barranco, en cuyo fondo corre, todavía, un hilo de agua. El acceso se hace por la calle de Alpes, a la altura del Parque Loma Linda. A su costado se pueden observar juegos infantiles, áreas ajardinadas, bancas y escaleras, que, bajando, nos llevan en su caprichoso serpentín hasta esa pieza de ingeniería inusual en una metrópoli como la nuestra.
Puente de Sierra Tarahumara
Puente de Monte Líbano
Puente de Aconcagua
Puente de Monte Tabor
Años antes de que se embelleciera esta parte del barranco y de que se construyera el puente, los niños de la escuela Primara Chapultepec, situada en Paseo de la Reforma y Monte Athos, a dos cuadras, y los de la Secundaria No. 30, en la calle Cáucaso, dirimían sus diferencias en este sitio "a punta de madrazos" -diríamos muy a la mexicana-. La palomilla bajaba entre los pastos, que no pocas veces ocultaban grandes boñigas de los que allí hacían sus necesidades y no faltaba la expresión, cada vez de uso más escaso: "Ay, ya me quemé". Se buscaba un claro adecuado para el "encuentro" y una vez formado el círculo de los espectadores empezaban los mamporros. En aquellos tiempos los "tiros eran derechos": no se continuaba si el contrincante caía o resbalaba. El "gallito" también paraba la "madriza" si el otro se rendía. No salían a relucir navajas, puntas, ni cosas por el estilo, mucho menos armas de fuego. Cuando las broncas eran cuestiones "territoriales", los grupos en pugna se daban cita en el parque contiguo a la barranca del puente colgante: El Parque de Loma Linda. Allí sí, el asunto se convertía en batalla campal hasta que, "Piernas para que las quiero" todo terminaba con la huída de los contrarios.
Chobojos, es cuanto. Le solicitaremos al maese Marroquín, que bien conoce el lugar, que nos haga llegar una fotografía del puente colgante de las Lomas de Chapultepec, o lo que queda de él. Por lo pronto queden las imágenes de los otros puentes, los de piedra.
Con aires de nostalgia: Chobojo Master Enero 30 de 2011. México, D. F.
Les cuento,
chobojos, que a una cuadra de la Plaza principal de Coyoacán, en la Ciudad de
México, en la calle Cuauhtémoc esquina con Felipe Carrillo Puerto para ser muy
precisos, se volvió tradición que los paseantes consumidores de chicle (goma de
mascar), después de extraerle el dulce, dejaran su pegote en el tronco de un
árbol, que al paso del tiempo terminó dando la impresión de estar plagado por
alguna especie de hongos extraños y coloridos.
En un
principio los pegotes fueron puestos a la altura de los ojos; al poco tiempo,
los viandantes fueron tapizando las partes bajas y, finalmente, para que la “decoración”
continuara los colocaron en la parte superior del tronco. El árbol se convirtió
en una pieza de referencia y curiosidad, pasando a formar parte del paisaje de
Coyoacán.
Pero sucedió
que la propiedad situada en esa esquina fue vendida a Banorte, sociedad
bancaria, y a la institución no le pareció bien tener, en lo que consideraron “su
acera“, un árbol cubierto de goma de mascar y lo mandaron limpiar de inmediato,
borrando todo rastro de esa singular y, para entonces, añeja costumbre popular.
Ja, ja, ja. En
este caso no puedo evitar carcajearme porque los vecinos y visitantes de este
precioso espacio del Distrito Federal, al ver semejante desaguisado, empezaron
a colocar las pegajosas bolitas de chicle de nueva cuenta y aquellos a
quitarlas. Empezó una batalla entre los señorones del dinero y los ciudadanos
comunes y corrientes.
-Es “mí acera”
y no quiero chicles en “mí árbol”.
-Es nuestra calle
y nuestros chicles deben estar en ese tronco, así lo establecimos.
Ja, ja, ja.
Al menos en esta ocasión -¡una de cal por las que van de arena!-, los
ciudadanos de a pie ganaron la batalla y no sólo eso los árboles de chicles han
empezado a proliferar en el barrio; se empiezan a multiplicar, no sé si como
una previsión (qué tal si los de Banorte cortan el tronco padre) o como una
modesta muestra de que “la unión hace la fuerza” o, simplemente, para evitar la
pérdida de una tradición más.
Rumiando -con mi chiclote-, rumbo al la calle
de Cuauhtémoc: Chobojo Master
Ahuehuete, en
náhuatl, significa viejo del agua. El más antiguo del Bosque de Chapultepec fue
bautizado como El Sargento por los jóvenes estudiantes del antiguo Colegio Militar
que tuvo su sede en el Castillo de Chapultepec. A este árbol ancestral también
se le conoció como El Centinela y llegó a medir poco más de 40 metros de altura,
teniendo una circunferencia de 12.5 metros. Este viejo del agua murió en el año
de 1969 por falta de agua y exceso de contaminación.
La tradición
cuenta que fue plantado por Nezahualcóyotl a petición del emperador azteca
Moctezuma. Se dice que el señor de Texcoco fue quien plantó los ahuehuetes en
1460, de donde se deduce que nuestro personaje vegetal vivió 500 años.
Los ahuehuetes siguen siendo
parte de la personalidad del precioso bosque que se encuentra dentro de la
Ciudad de México.
Viejo del agua
Fotografía: Alonso Marroquín Ibarra
No, no se trata de ningún político, ni del vecino pendenciero que siempre arma broncas y "borlotes", ni de algún borracho que hace de su parranda una camorra permanente. ¡No! No se trata de ninguno de ellos, ni de persona alguna. Se trata de un periquito que se busca desesperadamente, que de seguro tiene un espíritu caprichoso y crecido de soberbia; es un periquito que tiene un cariño patológico por su dueño y el amo, se podría deducir, ha puesto todo el sentido de su vida en él. Este parece ser el caso. Si no, vean el anuncio de "Se Busca"
Esta nota,
chobojos, me exige hablarles en primera persona y de riguroso usted, para que
no pierda la seriedad –ja, ja, ja-, así que empiezo. ¿Es usted el tipo de chobojo que atribuye
su mala suerte a los males de ojo, a latigazos que el destino se ensaña en
darle hasta dejarle las espaldas cruzadas de verdugones? ¿Nada le sale bien?
¿Todo lo que emprende finalmente fracasa por razones fuera de su comprensión?
¿Hasta los amigos que eran depositarios de su máxima confianza y cariño le
quieren bajar la vieja o, peor, se la
bajan? ¿Lo corren de la chamba a cada rato y su dinero desaparece como por arte
de magia, mientras anda mendigando ayuda por aquí y por allá? Si es usted
soltero, ¿resulta que ninguna chava le hace caso y, pero aún, se alejan como si
fuera usted un ser indeseable? En las fiestas, si llegan a invitarlo, ¿no cabe
en ninguno de los grupos que se forman y termina siendo como un nopal aislado
en el llano?¿Su salud, ánimo y aciertos
van en picada? ¿Lo rehuyen las personas como si fuera usted un apestado, un
leproso, un enfermo terminal de sida? Bueno si esto le pasa, es usted un chobojo
salado, un mala suerte, un chamoi;alguien que tiene imán para atraer lo nefasto, lo dañino; alguien
que desde su subconsciente pareciera estar gritando: ¡Males, vengan a mí!, y
evidentemente logra que suceda. Es casi seguro -ya que la probabilidad de
que sea usted creyente es muy alta-, que haya invocado a Dios, pidiéndole el
alivio de sus males, sin resultado inmediato, razón por la cual puede dudar de
su eficacia. No paso por alto que haya acudido al templo a dejar ofrendas y a
ofrecer sus rezos, a comprometerse a mandas insólitas para cuando el milagro se
haya realizado. Si de salud se trata y se siente
verdaderamente quebrantado, a pesar de que su diagnóstico medico-clínico es de
“perfectas condiciones” y ha acudido hasta el cansancio a un sinnúmero de
médicos sin obtener beneficio alguno, no cabe duda de que usted, chobojo,
necesita algo más. Casi como si lo estuviera viendo, sé que
ya recurrió usted a talismanes para atraer la buena suerte y alejar las malas vibras; que ya puso en su casa y
lugar de empleo flores blancas para atraer a los buenos espíritus –hasta una
planta de zábila con moño rojo debe tener-; habrá flameado alcohol y lo habrá
pasado por todos los rincones de su vivienda para erradicar cuantas influencias
negativas hayan estado ahí. Para ese dolor de cabeza que no se va, y que nadie
le cura, de seguro ya tomó todo tipo de píldoras medicamentosas, polvos e
infusiones –té de cuachalalá, árnica, gordolobo, ruibarbo, carbonato con
hierbabuena y limón, etc.-; para sus otros males habrá incrementado sus visitas
y consultas con médicos de toda laya: alópatas iridólogos, homeópatas, acupunturistas,
reflexólogos, curanderos, hueseros, sobadores, brujos blancos, negros y de
todos colores. Acá entre nos, dígame, chobojo, ¿cuántas
limpias le han hecho? ¿Ya lo azotaron con romero? ¿Ya le pasaron un huevo para
extraerle todo lo maléfico que tenía metido en el cuerpo? ¿Por lo menos le
tiraron las cartas de la buena fortuna, con pases mágicos secreta para su
protección permanente? ¿Ya hizo todo para mejorar su destino? ¿Ya le habló a
las psíquicas de Walter Mercado, se comunicó con Amira o consultó a Madame
Sazú?
Pues, chobojo, está usted mal. No ha hecho
lo que debe. Ha olvidado lo que realmente le quitará tanto desasosiego, le
regresará la salud y lo reintegrará de manera exitosa y con esplendor a este
mundo. Usted será un chobojo con aureola brillante, de primer nivel, si sigue
el consejo del Chobojo Master, que es gurú de gurús, guía de guías,
aleccionador de magos, formador de espíritus chobojamente fuertes y dignos,
profeta, visionario y encausador de almas. El Chobojo Master recomienda
simplemente que se haga usted una “Limpia mexica de
purificación”. Tal
vez la invocación de Huitziopoxtli, Tláloc, el espíritu de Cuauhtémoc o Cacama,
y otras entidades prehispánicas, operen la estabilización y equilibrio en usted
que es un “malvibroso”. Todo aunado
con el incienso de copal, el señalamiento de los puntos cardinales y oraciones
secretas, de esas que nadie sabe, ni se pueden aprender, ni se oyen, ni se
entienden –tal vez hasta estén dichas en náhuatl. Pero no se deje llevar por los prejuicios
pensando que es una vacilada. La Limpia
mexica de purificación debe dejarlo puro, sin contaminación, libre de todo
maleficio y salación, saludable y
entero. ¡Qué belleza! ¡No debe haber nada mejor ni más efectivo en todo el
mundo! Si ya probó todas las
limpias, pruebe ésta que, de seguro, le saca todo lo que tenga dentro. No
piense que esto no existe. A un costado de la Catedral Metropolitana en la
Ciudad de México, puede encontrar a “los limpiadores”, vestidos de blanco, con
sus con cintas rojas a la cintura y banda de paliacate en la cabeza. Aunque
inadecuadamente enhuarachados, ahí están, con el incensario en las manos, el
infaltable caracol y un cúmulo de yerbas. Ahí donde estuvo la Gran
Tenochtitlan, al aire libre, se realizan las limpias que sí limpian. Total, Chobojo que nace
torcido, jamás su vida endereza. Nada pierde con intentarlo.. ¡Habráse visto! ¡Ja!
Chobojos, todos: Este Master que gusta siempre de los buenos ambientes, la conversación, la degustación de los vinos, la comida espléndida y opípara – ¡ah, qué palabra!, casi en desuso–, el buen café y más, ha encontrado en sus múltiples andanzas lugares que por su singularidad se vuelven una invitación para volver; más aún: para integrarlos dentro de los preferidos de la lista. Las razones pueden ser muchas –la cabeza de cada chobojo es un mundo–, pero cuando se conjugan y se satisfacen las preferencias personales, hay lugares que bien vale la pena compartir con los demás y recomendarlos. Londres–Ito es uno de ellos, rebautizado también, entre los cuates, como los Bigotes .
Ubicado en la Ciudad de México, en la colonia Juárez, cerca de Chapultepec, el Londres–Ito ofrece a sus visitantes una carta de platillos variada y bien seleccionada, incluyendo bebidas nacionales e importadas, combinaciones clásicas y…las de la casa, ¡faltaba más! Al mediodía presenta un menú siempre atractivo, con el infaltable de "cervezas al 2 por 1". Atendido por su propietario Jorge Blanhir, el Londres–Ito se convierte en un lugar acogedor para ir ya sea con los Chobojos a "copear", con la chavala formal, esa futura dueña de las quincenas, con la fémina u homini del momento, con los "compas" de la "chamba" que festejan el cumpleaños, o de "a solapa" (solo). Para el último caso puede uno sentarse en las mesas de la acera y ver pasar el mundo, mientras amaina el calor o pasa la lluvia o simplemente se mata el tiempo sabrosamente. Ya les tiré el rollo, Chobojos, El Londres–Ito, está ahí, saliendo de la estación Sevilla del Metro. Cuestión de abrir los ojos y localizarlo. Cómanse una buena arrachera, y aunque les pique, métanle a los chiles toreados –sin albur, claro está–,y échense unos pegues a la salud de este Master.
Chupen hasta caer, nada más. Arrastrarse es feo: Chobojo Master
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