En alguna ocasión alcé la cabeza para tratar de encontrar en el cielo la paz y la tranquila felicidad, que siempre le ha hecho falta a mi vida, pero una graciosa ave me orinó en la cara.
En otra desesperada ocasión, desde una gran altura agaché la cabeza, y cavé en el suelo con la mirada, esperando encontrar una salida o por lo menos el eterno descanso y sólo pude ver mi triste reflejo en un mugroso charco.
Mucho de mi tiempo lo dediqué a las mujeres, soñando que un día encontraría algo, lo que fuera, pero que fuera mejor que estar sin ellas, sólo conseguí dolores más fuertes que los que ya tenía y nuevas heridas para mi colección.
A pesar de que suelo olvidar temporalmente mis dolores perdiendo la conciencia con algún agente externo a mi persona, siempre me golpea la realidad que sin importarle con cuánto esfuerzo me levanto en cada ocasión, me tira una y otra vez de forma iracunda y con más fuerza, fomentando mis deseos de desertar y nunca volver a pararme.
Así empezó la plática, acompañado de una extraña persona, en medio de la calle llena de lodo fresco, y en el hermoso cielo rayos y nubes negras que adornaban la noche. La persona más singular con la que he conversado en mi vida, digna de recuerdo y de admiración, su mirada me perdía, tenía todas las respuestas y a pesar de que era un defecto caminante, posiblemente haya sido de las pocas personas que con facilidad impresionan.
Sin darnos cuenta nuestros pasos nos llevaron al entronque en donde teníamos que separarnos, quise regresar y acompañarlo en su camino, pero no lo hice así. Puede ser que nuestros caminos fueran distintos, puede ser que nos dirigiéramos a lugares distintos, o incluso no lo acompañé por egoísta, pero lo que es seguro es que nunca volveremos a caminar juntos.
Lo más curioso de todo es que los recuerdos de ese ser, que se sentían como cicatrices en mi memoria, se disipan de una forma discreta pero constante. Supongo que es causa del alcohol, o porque ya no quiero recordar. Para fines prácticos es lo mismo.
Conforme pasó el tiempo mi vida se pudrió, estando dentro de un ataúd justo antes de ser lanzado a las frías llamas incineradoras de un horno crematorio, alguien se acercó y me dijo – Siempre supiste con quien caminaste aquel día, nunca olvidaste al individuo peculiar y a pesar de todo lo que aquello te produjo, gracias por haber caminado conmigo.
Adiós amigo-.