Me cansé
de estar loco. Me cansé de estar cuerdo.
Me cansé de ser malo. Me cansé de ser bueno.
Me cansé de ser niño. Me cansé de ser viejo.
Me cansé de ser duro. Me cansé de ser tierno.
Me cansé de ser blanco. Me cansé de ser negro.
Me cansé del ruido. Me cansé del silencio.
Me cansé del olvido. Me cansé del recuerdo.
Me cansé de mi prosa. Me cansé de mi verso.
Me cansé del discípulo. Me cansé del maestro.
Me cansé de la clase. Me cansé del recreo.
Me cansé de mi gato. Me cansé de mi perro.
Me cansé de ser águila. Me cansé de ser ciervo.
Me cansé de la gloria. Me cansé del infierno.
Me cansé de mi espacio. Me cansé de mi tiempo.
Me cansé de ser lluvia. Me cansé de ser viento.
Me cansé de ser tierra. Me cansé de ser cielo.
Me cansé de no ver. Me cansé de estar viendo.
Me cansé del escándalo. Me cansé del secreto.
Me cansé de mis manos. Me cansé de mis dedos.
Me cansé de mi carne. Me cansé de mis huesos.
Me cansé de mi sombra. Me cansé de mi cuerpo.
Me cansé de estar vivo. Me cansé de estar muerto.
Me cansé del cansancio, del descanso y del sueño.
Me cansé, me cansé de mi voz y mi aliento.
Pero nunca me canso, viejo amor, de tus besos,
porque en ti, cada instante, como en Dios, todo es nuevo.
Juan Cervera Sanchís
Versión corregida: Enero de
2011