Punkijote de la Raza - El secuestro

Por Alonso Marroquín Ibarra - 10 de Octubre, 2010, 11:56, Categoría: PUNKIJOTE DE LA RAZA

Por Alonso Marroquín Ibarra

Bien van las cosas de lo peor que se están poniendo.
Viejo refrán caribeño.

-¡Infames! ¡Acólitos del diablo! ¡Desgraciados ganapanes, labregones ignorantes, retahíla de seres viles y amos de la ruindad! ¡Ah, si pudiera retorcerles el pescuezo! El gusto llegaría al fondo de mis entrañas. ¡Malhaya la mal nacida madre que, a su vez, los mal parió! ¡Sois, todos, una calaña maldita de malhechores desgraciados! ¡Los dioses de todas las épocas y culturas hagan caer sus más fieros castigos sobre sus espaldas! ¡Malditos rufianes puñeteros!

-Ya, Punki, serena tus ánimos.

-Mi querida y pequeña BB. Sólo tú has estado día a día siguiendo mi sufrimiento, ese tormento por el que pasa quien vive secuestrado. Pero en mí, todo, lo sabes bien, parece haberse multiplicado. ¿Por qué secuestrar a un ser humano cuyo único delito fue haber sido agraciado con el regalo que le dio un su cuate? ¿Por qué llevarme al recorrido pavoroso de la tortura física y mental, de la abstinencia obligada de mis alimentos, del horror de la oscuridad prolongada, de la suciedad extrema. Esta experiencia ha marcado para siempre mi existencia, mi deliciosa, amorosa y paciente BeBé, mi Bella Bellota 1, mi Brigitte Bardot, mi Buena Buenota, mi Bomboncito Buena-onda…

-Ya Punki, ya pasó. Sigues siendo mi gallito fino, mi gallito favorito…

-No te burles, BB.  ni mi cresta respetaron. Mírala, está toda tijereteada y quebrada, hasta pegamento le untaron. Criminales malditos… ¡mil veces malditos!

-Ven acá. Te voy a apapachar.

-Ni siquiera fui noticia, BB. Todo esto ha sido doloroso y muy triste.

1

Mi caso inicia, mis pacientes seguidores, un esplendoroso domingo.

La neta, el sol estaba, como escribirían los poetas: radiante, bañando con sus efluvios a cuanto cristiano anduviera por las calles... bueno, aunque no fuera cristiano. Los colores resplandecían bien chido; el aire se podía respirar, hasta sentir que entraba de más a nuestros pulmones tan acostumbrados a respirar altas dosis de smog o hupo (humo y polvo). El día sabrosamente templado alegraba el espíritu, me cae que sí. Hasta ganas de silbar me dieron y me puse a tatarear una rola de las efectivas: "Que se caiga el cielo y los aplaste".

Llegué finalmente a Polanco (colonia de billetudos y encopetados y de chavitos fresas y de muchos mamilones que se sienten bordados a mano), donde en la avenida Presidente Masarik me había quedado de ver con un cuaderno de los viejos tiempos. No esperé mucho cuando llegó el valedor. Cargaba un montón de chivas; daba la impresión de ropavejero.

-¿Qué tantas madres traes ahí, mi buen Lampedusa?- Ese era su apodo.

-Cosas, mi Punkijote. Esto, en especial, te va a interesar. Es un regalo de mi parte, porque te has portado bien ley conmigo y me has hecho muchos paros.

-Usté sabe, mi Lampe, que no hay purrún. Nunca he esperado retribución alguna por ayudar a la banda.

-Se entiende, mi Punki, pero no le aunque… Ten-. Lampedusa me dio una chaquetilla y unos pantalones de mariachi. Luego agregó. -Agarra la onda que toda la botonadura y los adornos son de plata maciza, pura plata mi buen, ley 0.720. Así que haz de cuenta que te sacaste el premio mayor. Nada más sopesa las prendas. Sé que les darás buen uso.

Aquellas garras, todas chamagosas, pesaban bastante; la botonadura, sin embargo, estaba reluciente. Lampedusa había pulido pieza por pieza. Un buen rato de chamba.

-Si quieres las descosemos de una vez para que no te lleves los pinches trapos, porque esos sí están para llorar.

Y, como dice el dicho: "andando y meando pa" no hacer hoyo", nos dimos a descoser todo lo que fuera del precioso metal. No tardamos demasiado en la tarea para finalmente tener una buena cantidad  de botones, chapitas y cordoncitos del refulgente elemento. Se me prendió el foco y le solté a mi cuate:

-De una vez consigo aguja e hilo para ponérselas a mi chamarra y a mis pantalones. ¿Cómo ves? Se van a ver de poca jefa.

Repitiendo el dicho, Lampedusa agregó: -Como va. Aquí a unas cuadras está el mercado. Vamos por aguja e hilo y nos aplicamos en lo tuyo.

Eso hicimos y después de dos horas, minutos más, minutos menos, vimos el resultado del trabajo. Lampedusa se lució. Sus manos de artesano eras diestras. En la parte trasera de mi chumpa formó con todos los botones y los cordoncitos el círculo y la A de anarquía; al frente creó varias figuras un tanto locochonas pero bien chidas y en mis botas, altas hasta las rodillas, trenzó el resto de los cordones y las demás piezas. ¡Pa" su madre, cómo pesaba mi chamarra!

-Me voy a volver jorobado con esta prenda, mi Lampe. Pesa un chingo.

-Nel, te vas a volver fuerte, Punkijote. Eso sí, con las botas das la finta de ser un gato con cascabeles. Pero, lo que sea de cada quien, se ven bien. Ahora si podemos decir que estás forrado de plata.

-Eso que ni qué, mi Lampe. Bien forrado.

2

El buen Lampedusa y yo anduvimos un rato aplanando calles mientras verbeábamos sobre temas diversos, ya sobre la cacareada y fallida lucha contra los narcos o bien de los cada vez más corruptos políticos…

-Son puros rateros mi Punki, puros rateros. Es la neta. Ya sabes que en este país "todo cambia para que todo siga igual".

-Para que todo siga peor, dirás. El cambio depende de todos, pero no hacemos nada…

Llegó el momento de despedirnos y mi cuate me dio un abrazo, palmoteando con fuerza mis espaldas.

-Se ve bien chida tu chamarra mi Punki. "Ora si te ves de primera. Mohicana bien pintada y retocada, lentes de gota… Hasta pareces gente de varo, como la de aquí…Bueno, a"i te ves. Pásala chido.

-Sea, mi buen Lampedusa. Igual para ti, hermano.

Lo vi alejarse. Por mi parte, dirigí mis pasos al parque Abraham Lincoln, porque recordé que en sus estanques, por años, los residentes de la zona han maniobrado barquitos a control remoto y no me quería quedar con las ganas de verlos. Es un parque apacible, con su gran reloj cansado de dar las horas; la escultura del expresidente gringo, nunca sin barba, siempre sin bigotes; árboles frondosos de sombras frescas y atractivos locales y restaurantes en las calles laterales… «Lástima que no me alcance el billete para refinarme algunas suculencias portuguesas o para entrar, aquí, al Samborcito», pensé. Seguí caminando, mientras me regocijaba viendo pasar a las buenas morritas de Polanco. «De que hay buen ganado, hay buen ganado».

Estaba a media cuadra de Julio Verne, donde están los estanques, cuando unos batos me lanzaron una bola de improperios desde su nave.

-¡El circo Atayde está en otro lado, pinche punketo ridículo!

-¿Te escapaste de la tiendita de los horrores?

-¡Eres un atentado contra la fantasía de Walt Disney!

Les menté la madre con voz y señas. -¡Hijos de su retostada!

Se fueron, pero como una desgraciada desgracia reaparecieron, bajándose dos de ellos del auto con fusca en mano. Yo de armas no sé nada, pero por el tamaño de las chingaderas esas tal vez eran de las famosas 9 milímetros o de calibre 45. Sin decir agua va, me aplicaron un cachazo arriba de la cien que me dejó todo pendejo. Antes del segundo metalazo alcancé a oír sus risas y sus mentadas de madre. Después… me fui. me perdí, me desvanecí, valí queso.

-Pinche pajarraco exótico. No creas que por tener billetes puedes mentarle la madre a la gente decente. Ya sacaste boleto.

-No supiste con quien te metiste, arlequín estilizado. Te vamos a llevar de vacaciones. Sólo los varos2 te podrán salvar. Ya mételo.

-Está re"pesado el cabrón.

-Es que -¿ya viste?- está forrado de plata.

-Ya la hicimos. ¡Vámonos, rápido, güey!

3

Me despertó el frío. Estaba hecho bolita. Al abrir lo ojos vi una pared forrada de periódicos viejos; las demás, incluído el techo estaban igual; no había ventanas; la única luz entraba por debajo de la puerta. Me dolía todo el cuerpo. Me percaté de volón que sólo tenía puestos los calzones y que mi flaco y ñango cuerpo estaba lleno de moretones y raspones. «Me han estado madreando, pero… ¿cuándo? No recuerdo nada» Tenía las rodillas, los codos y los pies enrojecidos y medio pelados; las costillas me dolían como si les hubieran pasado un buldózer; mi cresta estaba dada a la mierda, quebrada y flácida como pene de viejito… «!Qué poca madre! Seguro que me echaron agua estos cabrones.» De suerte no me dolía allá atrás, abajo. Al parecer estaba íntegro. Sólo eso faltaba. ¡No se les fuera a ocurrir!

Pasaron horas. No se oía nada. Mis gritos y los mamporros que di en la puerta durante mucho rato no dieron resultado. Nadie respondió a mis demandas. No tenía idea de la hora ni del día; no sabía dónde estaba; ni qué había pasado desde que me levantaron en el parque; no sabía qué querían ni por qué me tenían secuestrado. Mis tripas y mi lengua protestaban. Bueno, mejor dicho, todo mi corpachón protestaba: hambre, sed, dolor, frío, angustia, coraje… así de sencillo y de cabrón. Finalmente, hecho bolita otra vez, me refugié en el sueño; estar en vigilia me resultaba más ojete3.

-Nadie conoce a este hijo de puta. No tenemos ni a quién hablarle. ¿Cómo vamos a pedir el rescate?

-No puede ser, ca". Chavo de Polanco, con kilos de plata encima… tiene que ser un junior, sus jefes deben tener toneladas de dinero.

-El error fue traerlo sin investigar. Ni siquiera trae teléfono celular, ni agenda, nada… No sabemos ni cómo se llama. ¿A quién vamos a contactar?

-Velo por el lado bueno. Al menos no nos ha costado. No ha comido en tres días. Ja, ja, ja, ja.

-No mames. Esto es un negocio, no un juego.

-No lo planeamos. Lo trajiste porque te calentaste cuando te mentó la madre.

-Ton"s ¿qué hacemos?

-Vamos a ver si canta algo.

Escuché todo el infernal dialoguito. Cuando abrieron la puerta les solté de inmediato que yo era un jodido, que fui a Polanco porque estamos en un país libre, que mi onda es mi onda, que no me metía con nadie a no ser que se pasaran de la raya, que mi banda era de otros lares, del barrio, que yo era raza, que me gustaba ir al Chopo, que rolaba por diversas zonas de la metrópoli, que en un lugar de la Raza de cuyo nombre no quería acordarme…

-Ya cállate. Pareces un pinche loro de señora viuda. Dinos a quién le hablamos para que pague tu rescate.

-No manches. ¡Rescate! No conozco a nadie que no deba la renta, ni que no pida prestado para mal comer. Estás jodido. No soy cliente para ustedes. Soy pueblo, prole, tropa, de los de abajo, raza barata, un monito cotidiano de los que hay millones… con personalidad propia, eso sí.

-Pos si no dices a quién le hablamos pa" que suelten el varo por ti, te va a cargar la chingada.

-Tienes el cerebro licuado, por eso eres delincuente. No valgo nada para ustedes. Les van a dar cólicos de tanto darle vueltas a la rueda.

No sé cuanto tiempo duró la madriza. Hasta parecían agentes, tal ve lo eran. Manotazos en las orejas, bucitos, mandarriazos al cuerpo, puño y puño en el bajo abdomen, escupitajos, fintas de disparo con la pistola, cocos en la parte rapada de mi cabeza, jalones a mi mohicana, piquetes de ojos, pisotones en los dedos de los pies, manita de puerco, llaves chinas… creo que hasta la enredadera que inventara el luchador El Dandy me aplicaron, sólo les falto el mortal martinete.

-Canta, cabroncito, canta ya.

-Shala, lalalalá…-. Les entoné una basura, el pésimo y ridículo tema oficial del bicentenario que compusiera Alexs Syntek, si a eso se le puede llamar componer, y me volvió a llover el castigo. Yo creo que más por la cancioncita que por mi imprudencia

Debo acortar mi relato, sus neuronas de cibernautas deben estar agotadas y para mi recordar aquel infiernito me afecta demasiado. Abreviando les diré que además de las madrizas sistemáticas -de los agentes, que parecían secuestradores, puede ser que lo fueran o al revés, de los secuestradores que parecían agentes, como escribí antes-, me fueron aplicadas otras técnicas para que aflojara: hambre, suciedad, amenazas psicológicas, aislamiento, un falso fusilamiento… Estuvo cabrón -¡muy cabrón!- todo aquello.

Les di nombres de algunos cuates de la banda. Nunca encontraron a ninguno porque, como casi todos, andaban a salto de mata, haciendo por la vida, mercando, interpretando rolas, haciendo actividades itinerantes o incluso huyendo de alguna banda rival. Les di el teléfono de Don Liborio, quien negó conocerme de manera amplia y suficiente. Les di el apodo y la dirección de Lampedusa pero en su vecindario sólo lo conocen por su nombre real y yo, después de tantos años, no lo pude recordar. Lástima, porque me hubiera ahorrado una dosis fenomenal de trompones adicionales que me sacaron varios chipotes de buen tamaño.

Los malhechores fueron varias veces a mi rancho y al ver la pobreza del lugar finalmente desistieron de sus pretensiones de enriquecimiento a costa de mi persona. Finalmente, una de tantas noches, me botaron en la calle donde tengo mi humilde residencia, igual que se bota un costal de papas podridas. Mis vecinos pensaron que me había drogado hasta el exceso y aun así, me alivianaron. Doña Luchita y dos de sus hijos, El Péndulo y El Bartolo, me llevaron a mi choza. Me metieron a la cama y me echaron unos trapos encima.

-Mira nada más a este muchacho loco. No, si nada bueno dejan esas cochinadas. A ustedes dos –dirigiéndose a sus hijos- no se les vaya a ocurrir meterse esas pendejadas, ¿eh? Ya están advertidos.

Al fin de la historia, todos mis vecinos y amigos, por más que les platiqué de mi secuestro, se quedaron con la convicción de que me había aventado un viaje de aquellos, un pasón de antología. Ninguno creyó lo que en verdad me sucedió. Mi Bella Bellota, mi BB, fue la única que se alivianó conmigo.

-Pinche Punky, pues quién le va a creer que lo secuestraron. Ahora sí no se midió. Está tan jodido que ahora ni sus botas trae.

 

1.- Nombre de la novia de Ruperto Tacuche, hermana de Borola, personajes de la Familia Burrón, tira cómica mexicana muy exitosa creada por el dibujante Gabriel Vargas (R.I.P.).

2.- Dinero, billetes.

3.- En este caso, molesto, feo, incómodo.

 

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