23 de Agosto, 2010El Espejo de Khronos
Por Daniel Claros Stark - 23 de Agosto, 2010, 1:07, Categoría: PICOS Y QUIMERAS
Por: Daniel Claros Stark Y en los reflejos de tu grandeza encontrarás tan sólo miseria; de lo eterno, sólo un efímero porvenir. Incierta era la hora en que debía partir, incierto el destino y el camino por dónde habré de llegar; pues desdichado es aquel quien ausente de su propio sentido ha sido impelido para buscar todo cuanto ha sido, es y llegará a ser. Si les dijera que en el principio de todo cuanto soy, hay tan sólo una gran dosis de temor y amor por lo que un día fui, quizás el más astuto de ustedes podrá argumentar que la falta de deseo, se compensa con una in cuantificable cantidad de memoria. Pues no hay mayor tranquilidad que saberse vencedor en batallas ya consumadas, que no volverán jamás. En posición fetal me encuentro, pues supongo que esta es y será una de las mejores actitudes para enfrentar lo que vendrá. ¿Pues quién de ustedes pensaría que los dioses tienen miedo, y más aún que éste está en relación directa y proporcional con el poder y alcance de sus deseos? Quise un día, ser lo más grande, lo más bello y perfecto que pudiera imaginar, mas primero. y he ahí el dilema de toda verdad, tenía por obligación ser el primero en nacer. Bastó un instante de inspiración y de pronto estaba ahí contemplando... y ordenando, mi grandeza en lo inferior, la eternidad en el reflejo que se diluye. Mi nombre lleva ya de por sí la sola confusión de la moda, pues si el cambio es lo único que ha de permanecer en mí ¿cómo habré de conservar una única y verdadera identidad? Se dicen de mí tantas cosas, tan variadas son las formas y las normas para medirme que para el hombre me habría de convertir en una labor titánica. Crono fui durante largos siglos, para el labrador que en la semilla contempló cuán grande llegaría a ser. Crono fui durante incontables noches, para el amante que en su desdicha contempló cuán insignificante llega a ser la inmortalidad si no hay con quien compartirla. Se dicen de mí tantas cosas, que incluso en cosa me llegue a convertir. La cosificación de mi esencia fue necesaria para adquirir permanencia... e hice del espacio un inseparable y entrañable aliado. Tic, tac... tic, tac, las manecillas recorren con frenesí cada punto cardinal. Llegue a extender tanto mi imperio, que ni los cien brazos de los Hecatónquiros, ni los millones de ojos impares de los Cíclopes podrán llegar jamás a custodiar. Miles de estrellas vigilan ahora mis pasos y en el silencio contemplan mi vasta e infinita soledad, pues cierto es que entre más grande llegan a ser los sueños más pequeña la realidad se vuelve para poderlos contener. Y es que de confesar sin resabio de pudor, que cuando a la ensoñación se le llega a homologar con la realidad toda pretensión se esfuma, pues a falta de estímulo imaginativo no existe ya razón para desplazarse hacia delante. ¿Dónde principia y termina una historia, en la que el instante es todo cuanto hay por abarcar; donde todos y cada uno de los medios a nuestro alcance se encuentran en un pasado lo suficientemente vasto para que el movimiento se pueda dar? Se me ha dicho muchas veces que sólo hacia delante es posible acumular la experiencia y la riqueza necesarias para transformar algo, que un paso hacia atrás o la simple alusión de la duda nos hace perder perspectiva y existencia valiosas. Baste decir que algo fue, para que adquiera el rango de lo imposible de recuperar. Mas si de conservar cosas valiosas se trata, entonces he de hablar de que aún existen fronteras que no he podido alcanzar; y baste con recordar que hasta al futuro le fue trazado un límite. Los relojes de arena continuamente invertidos son capaces de igualar en ritmo la descomposición paulatina del pensamiento nuevo. Pues a toda idea de progreso le deviene la inevitable necesidad de consumación virtual, que harán de su contenido algo digno de repetirse a perpetuidad. Miles son las formas que han y habrán sido conservadas con el único y simple propósito de no perder ese algo tan valioso que soy yo mismo y que por tanto no puedo darme el lujo de perder. Curioso es que si saltas una vez, ya nada impedirá que lo repitas una y otra vez. Ya que lo de menos será tocar fondo, pues el simple impulso es lo que por principio deberá ser preservado. ¡Pues maldito y mil veces maldito es el impulso que se alimenta de si mismo y hace que todo vuelva a empezar! Tic, tac... tic, tac, los momentos se arrojan con frenesí, sin saber donde caerán. Sin descanso me pregunto hacia dónde he de voltear para poder decir con orgullo - ¡He ahí la más amada e imprescindible de mis creaciones! ¡Contemplad en esta parte del mundo a lo más querido y necesario de mi descendencia! ; pues hijos son muchos, pero más abundantes aún son los sepulcros diseñados de antemano, para anularles toda posibilidad de resurrección. Cada momento cuenta... cada momento, distinto de su antecesor, es promesa de renovación, de regeneración. Pero una vez abrumado por las insaciables mandíbulas del eterno depredador, el cadáver no guarda ya mayor distingo que el que le otorga la nostalgia engañosa que le hace imaginar que su lapso de duración fue en realidad el más importante de todos. Se contempla a sí mismo, y es en ese sí mismo donde la otredad y la relación que guarda la propia imagen, es lo que motiva en mayor grado su decisión inapelable de verse multiplicado hasta el infinito. Tic, tac... tic, tac, los seres nos engañamos creyéndonos tan distintos. Sin descanso he de repetir, que no hay mayor logro que ser el único y más notable de los sobrevivientes, pues como la misma palabra lo expresa, más allá de toda consideración, mi condición es y será siempre la de colocarme por encima de toda fragilidad condenada al olvido. Sin embargo, y volviendo al principio de mi relato, la angustia es tan grande que la incapacidad de verme es lo que me ha orillado a buscar ese espejo capaz de proyectar el más nítido y palpable de los reflejos. En posición fetal me encuentro, pues supongo que esta es y será una de las mejores aptitudes para asumir que hasta al fruto más maduro, le es imposible conocer a ciencia cierta la sombra del árbol que lo engendró. ¿Pues quién de ustedes pensaría que los dioses tienen miedo, y más aún que éste es en relación directa y proporcional a la inconsciencia e irracionalidad de sus deseos? Irrefrenable es ya de por sí, considerar al manantial como principio y fin de lo que vemos, para aún así añadirle a los causes dispersos e inconexos la responsabilidad creciente de ser el origen y causa de innumerables males. Pues basta con decir que algo pudo llegar a ser, para que perdamos de vista el buen camino y tomemos por válidas las desviaciones cortas y fugaces que gustamos apodar con el nombre de capricho. Mas si de manías he de hablar es que aún existen recorridos que no he podido concluir; y baste con recordar que hasta la serpiente que se devora en círculo no cesa de mirar lo que aún le queda por delante. Concluir..., concluir, he ahí el mayor de mis dilemas, pues apenas del comienzo me he es dado disfrutar su aroma, cuando miles son ya, las sonrisas marchitas que aguardan curiosas del otro lado del espejo. Tic, tac... tic, tac, el principio de un buen final radica en ser indefinidamente inconcluso. Inevitable será la hora en que deba partir, inevitable el destino y el motivo que me ha puesto en marcha, pues desdichado es aquel quien ausente de su propio sentido ha sido impelido para buscar toda huella de lo que ha sido, es y llegará a ser. Muchas esposas han tenido a bien el serme fieles, - ¡mas sólo tú... sólo tú Ananké has podido adivinar que hasta los dioses tienen necesidad de amor, y que es sólo a través de éste que la grandeza puede nacer! En posición fetal me encuentro, a punto de nacer nuevamente como humano; de contemplarme del otro lado del espe..., de mirar..., mirar en éste breve lapso todo cuanto he creado. ¿Por capricho?, ¿por deseo?, de eso no cabe la menor duda. Más cuando llegué a cerrar estos ojos, y todo a mi alrededor se torne negro, sabré que nada fue en vano; pues si de algo estoy completamente seguro, es que dispongo de todo el tiempo del mundo para crear y destruir todo de nuevo. Tic, tac... tic, tac, espejos somos... de un tiempo que no tiene fin. Automóvil imposible
Por Chobojo Master - 23 de Agosto, 2010, 0:23, Categoría: HUMOR GRÁFICO
No se sabe si va o viene, dónde es el frente y dónde atrás, ¿o sí? Manejar un vehículo así debe tener sus complicaciones, sin embargo, debemos reconocer, chobojos, que es una pieza digna de un buen ingenio. Ustedes deben ser definidos, para evitar que quien los mire los confunda con lo que no son, aunque, reconozcámoslo, hay chobojos que no tienen remedio. Chobojo Master ![]()
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Nanosegundo
Por Fausto - 23 de Agosto, 2010, 0:10, Categoría: LETRAS Y GARABATOS
Por Fausto Vivamos... Veo cómo
truenan uno a uno los cristales, es como si el aliento de un enojado dios de
aire escupiera hacia afuera del edificio. El estruendo ensordece y alcanzo a
notar el pedazo de arena convertida en vidrio que viene directo hacia mí y que
será sin duda el culpable de que ruede mi cabeza por los suelos de esta
transitada avenida. Los rostros atormentados, los gritos que ya oigo y aún no
salen de las gargantas de los otros colorean el ambiente de un rojo intenso,
como de cerezas maduras, como de fuego devorando maderas negras, como de noche,
como de día muriendo. Algo ha
explotado. Lo sé, alcanzo a ver cómo se esparce por el aire la mortal lengua,
siento como avanza por cada milímetro de piel, como que comienza a evaporar,
como deshace mi ropa, como me avienta, me violenta, me destroza. Me veo de
niño tomando tu mano madre. Te veo sentada iluminada con la luz clara de una
tarde eterna, cargas a mi hermana y mi hermano te observa. Te veo sonriendo,
eres la mujer más hermosa del mundo. Me veo
corriendo fúrico a la primera base. Te veo enojado, estoy sudando, sonríes
cuando conecto una carrera y luego estás cargándome sobre el agua de una
infinita alberca, luego feliz porque te gané una partida de ajedrez y
desconcertado porque no entiendo de números. Sé que eres el hombre más
inteligente del mundo papá, el más fuerte. Veo que todos
corren despavoridos, hay que esconderse. Que nadie te encuentre, que nadie te
escuche, esa es hoy la misión más importante del mundo. Hay que ser el último
en ser hallado. Escondámonos, seamos siempre niños. Permanezcamos siempre
juntos. Siento una
boca húmeda recorriendo mis labios, veo piernas, brazos, un mar de piel en el
que navego. Lloro lágrimas y perlas de sudor me cubren. Somos todos turgentes,
somos todos suaves, olemos a una ambrosía desconocida y perturbadora,
palpitamos mientras nos vemos... Veo cómo
caigo en el abismo que dejaron las partidas. Te veo sentada en tu cuarto
abuela. Me veo jugando contigo de niños, Magda, cuando me decías
"hermanito". Te veo tomando mi dedo con tu manita de apenas seis
meses, mi Santiago. Y de ti, escucho las palabras que fueron tu despedida a
través del cable de un teléfono, prometiendo regresar sin saber que nunca
lograríamos vernos de nuevo... no aquí. Los veo a
todos y cada uno de ustedes entrando en mi corazón. Mi familia elegida. Tan
míos... ahí, siempre haciéndome ver más y más... Me veo
enamorado, me veo llorando. Me veo encontrándote, con tus ojos como soles de un
mundo por ver, por conocer. Caminando juntos, riendo de los cardos y las
enredaderas, de los ladridos y el ulular del miedo. Trazando, bocetando
ilusiones, cambiando de plan... Veo tu mano tomando la mía una noche tibia en
la que soy quien cae dormido primero. Me veo despertando antes para verte
dormir, oliendo tus sueños, reconociendo tu llegada, sospechando tu partida y
decidiendo confiar en que somos más que dos. Entiendo
entonces que es cierto eso que dicen, entiendo ahora que voy a morir. Ese
cristal cortará mi cuello: muerte disfrazada de un instante. He pagado por
ella, por estar aquí, en este momento. He trabajado para vivir este error, para
hacer de este accidente causa. Soy el jugador que puso las piezas en este
lugar. No existen las despedidas, no existen porque no existe el tiempo. Me
preparo para el final. Cierro los ojos, quiero sentir cómo se corta la piel,
como emana la sangre, como escurren todos mis años y todos mis momentos...
cierro los ojos... Todo es oscuro. Escucho. Respiro. Abro los ojos. Estoy, sé que estoy. . . . . . . Tengo un nanosegundo más de esto que llamo vida. Uno más.
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