El vals en México
Por Juan Cervera Sanchís - 11 de Agosto, 2010, 22:49, Categoría: MUSICA TRADICIONAL MEXICANA
Allá por el año de 1810 los valses
llegaron a México. Algunos los llamaron Balsas. Con este nombre, al menos, lo
registra un comisario de Santo Oficio que, en 1815, escribió: “El pecaminoso e
inhonesto baile introducido en el día con el nombre de Vals, a quien con más
propiedad se debía llamar Balsa y que ha transportado a este reino las
corrompidas máximas de la desgraciada Francia”. El vals fue visto por los celosos
guardianes de las buenas costumbres, es decir los nobles hombres de sotana y
cilicio, como un engendro del mismísimo Diablo. A Dios Gracias y, muy a pesar
de ellos, la generalidad de los mexicanos los hicieron suyos. Los valses pues llegaron a México
como música para ser bailada. Al principio de afincarse entre nosotros nadie
pensó que terminarían siendo cantados, ya que carecían de letras. Pasado el
tiempo no faltaron músicos y poetas románticos que decidieron ponerles letras y
cantarlos. Las letras de los valses
compuestos en México hablan bellamente de amor. De aquel “pecaminoso e
inhonesto baile”, del que escribiera aquel miserable comisario del Santo
Oficio, surgió, milagro angelical, la canción estremecedoramente enamorada. Hoy
apenas si la gente baila valses. Hoy más bien los canta. El vals que llegara
para ser bailado, es ahora cantado y, si usted lo prefiere, para ser soñado.
Que mucho tiene el vals de sueño de amor. Las letras de los valses mexicanos
son, en puridad a la verdad, preciosos y sentidos poemas. No hay más que pensar
en el vals de Ángel Garrido: “Cuando escuches este vals haz un recuerdo de mí, piensa en los besos de amor que me diste y que te di” Nuestros valses están llenos de
sentimiento de amor. José Antonio Michel define su “Luna de Octubre” como un
“valsesito”: “Corazón, que has sentido el calor de una linda mujer en las noches
de octubre, corazón, que has sabido sufrir y has sabido querer desafiando el
dolor. Hoy que empieza la vida tan sólo
al pensar que tu amor se descubre...” El vals es historia y canto de
amor. Se puede y se debe bailar, se siente y se canta y, sobre todo, se sueña…
El vals es una ensoñación. Nos aterroriza pensar e imaginar a
aquellos inquisidores de la Nueva España persiguiéndolos como si fuesen
engendros luciferinos. Inconcebible la actitud de la mente
humana, oscurecida por el fanatismo y la sinrazón que, para nuestra desgracia,
no es asunto del pasado, como podemos comprobar hoy en día en nuestro
contradictorio mundo. Ayer como hoy y, tal vez mañana,
el absurdo hará su aparición donde menos lo esperemos, pues siempre habrá
individuos dispuestos a condenar lo que no comprenden, aunque por fortuna la
luz sobrevive a las sombras. El vals sobrevivió a aquellos
verdugos del Santo Oficio y, hoy, hecho canción, alimenta y dulcifica nuestras
vidas. Pienso en Belisario de Jesús García autor de “Morir por tu amor”, un
vals que canta: “Cantar, cantar, cantar, cantar, que al cabo la vida es muy
corta...” Contra la brevedad de la vida el
vals nos eterniza por un instante en sus notas y nos hace decir con Francisco
Cárdenas: “Viva mi desgracia...” Entre ilusiones de amor, a la vez
que, con Lorenzo Barcelata, nos pone frente al espejo a esperar el retorno del
amor ausente. El vals sabe con Macedonio Alcalá
que “Dios nunca muere”, aunque “muera
el sol en los montes con la luz que agoniza pues la vida en su prisa nos conduce a morir”. Pero si bien la vida en su prisa
pronto nos silencia, las canciones de amor, los valses encendidos de
sentimiento, permanecen en la memoria y el corazón de las mujeres y los hombres
sensibles. Así, Alfonso Esparza Oteo, nos dice en un vals: “Íntimo secreto, confesión de amor que en los labios muere como una
oración; nadie robar puede mi tesoro de
ilusión, porque igual sería que arrancarme
el corazón.” Los valses, ¡ay!, rebosan de amor y
laten como vivientes corazones. Vive pues la Rosalía, de Juan Pantoja, gracias
a que éste le escribió aquel vals, ya clásico, que expresa: “Voy a cantar a la orilla del mar para soñar con la dicha que sueñas
tú; quiero libar en tus labios la
dulce miel del amor que te entregué”. Vive y revive la juventud, sin
tiempo en los ojos, en el vals de Arturo Tolentino: “Ojos de juventud puso en tu cara Dios”. Ternura de versos. Y continúa el
vals de Tolentino: “Voy por la vida sin tu amor, como nave sin fanal, pues me rompiste el corazón.” Almas heridas y corazones rotos
siguen cantando los viejos, y siempre tan jóvenes, bellos y sentidos valses e
México. Valses como “Noche azul”, donde Carlos Espinosa de los Monteros nos
hace cantar: “Bella imagen que soñé en mis noches de dolor, mensajera del amor, dulce bien, ven a mí”. Valses, ¡ay!, que nos llevan sobre
las olas con Juventino Rosas o, nos conducen a la tierra del faisán, con Miguel
Lerdo de Tejada, Nuestros valses enamorados y enamorantes, donde el amor lo es todo. Al fin que sin amor nadie es nada, como dijo el poeta.
Permalink
~ Comentar
| Referencias (1)
Etiquetas: compositores mexicanos, inquisicion, balsas, valses, vals, Chobojos, musica mexicana, LUNA, canto
|
Calendario
Baja gratis el PDF de:![]() Secciones
Archivos
Sindicación RSSCHOBOJOSSitios Amigos |