Les cuento,
chobojos, que a una cuadra de la Plaza principal de Coyoacán, en la Ciudad de
México, en la calle Cuauhtémoc esquina con Felipe Carrillo Puerto para ser muy
precisos, se volvió tradición que los paseantes consumidores de chicle (goma de
mascar), después de extraerle el dulce, dejaran su pegote en el tronco de un
árbol, que al paso del tiempo terminó dando la impresión de estar plagado por
alguna especie de hongos extraños y coloridos.
En un
principio los pegotes fueron puestos a la altura de los ojos; al poco tiempo,
los viandantes fueron tapizando las partes bajas y, finalmente, para que la “decoración”
continuara los colocaron en la parte superior del tronco. El árbol se convirtió
en una pieza de referencia y curiosidad, pasando a formar parte del paisaje de
Coyoacán.
Pero sucedió
que la propiedad situada en esa esquina fue vendida a Banorte, sociedad
bancaria, y a la institución no le pareció bien tener, en lo que consideraron “su
acera“, un árbol cubierto de goma de mascar y lo mandaron limpiar de inmediato,
borrando todo rastro de esa singular y, para entonces, añeja costumbre popular.
Ja, ja, ja. En
este caso no puedo evitar carcajearme porque los vecinos y visitantes de este
precioso espacio del Distrito Federal, al ver semejante desaguisado, empezaron
a colocar las pegajosas bolitas de chicle de nueva cuenta y aquellos a
quitarlas. Empezó una batalla entre los señorones del dinero y los ciudadanos
comunes y corrientes.
-Es “mí acera”
y no quiero chicles en “mí árbol”.
-Es nuestra calle
y nuestros chicles deben estar en ese tronco, así lo establecimos.
Ja, ja, ja.
Al menos en esta ocasión -¡una de cal por las que van de arena!-, los
ciudadanos de a pie ganaron la batalla y no sólo eso los árboles de chicles han
empezado a proliferar en el barrio; se empiezan a multiplicar, no sé si como
una previsión (qué tal si los de Banorte cortan el tronco padre) o como una
modesta muestra de que “la unión hace la fuerza” o, simplemente, para evitar la
pérdida de una tradición más.
Rumiando -con mi chiclote-, rumbo al la calle
de Cuauhtémoc: Chobojo Master
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