Chobojos

Por Constantino Pol Letier

 

Me duele el silencio, me duele la música también, que, ineludiblemente, enlazo con cada momento que he compartido contigo y me duele porque se ha ido callando al paso del tiempo. Es como una realidad que se convierte, poco a poco, en sueño, habiendo sido sueño que, mágicamente se elevó a la altura palpable, viva, de la realidad; cristalización de fe profunda.

 

Me duelen las fibras del cuerpo, músculos y tendones, a veces todo el cuerpo, como si ya hubiera paseado en exceso por este mundo, desgastándose mayormente en los últimos tiempos, y, pienso, ¿qué me puede salvar? El tiempo finalmente, ganador siempre sobre todos y todo, gallardo, eterno, vencedor, me despedirá sin inmutarse y continuará verdugo y testigo de todo lo que va muriendo en el infinito ciclo cósmico.

 

En mi mundo de lecturas se confunden mis andanzas con las de los personajes de todas las épocas y lugares. Me veo a momentos lo mismo vestido de mosquetero que de un común bizantino y me aterro al pensar que, si me metiera en las creencias de la reencarnación, pude haber sido un torturador nazi o un inmutable y despiadado soldado espartano. ¿Nos conocimos en tiempos pretéritos, acaso? o ¿de dónde esa inmutable sensación de haberte conocido antes?

 

Tú, siempre tú. Con tu indiscutible personalidad sobresaliente, con tu inteligencia y sutileza, con tu sonrisa tan difícil, como de Monalisa, con esa mirada permanente de promesa futura –¡cuántas veces la he pensado inalcanzable!- que me atrapa en un toma y daca interminable. ¡Ah, imagino jardines palaciegos, donde caminamos en armonía, sin prisas, sin desasosiegos!

 

¿Te imaginas un México de principios del siglo XX, donde, vestidos con los trajes de la época, paseáramos por la Alameda Central y nos aventuráramos hasta el Castillo de Chapultepec para llenarnos del frescor de sus jardines? Tal vez fuésemos al teatro a una velada de música sinfónica a escuchar los valses de Strauss o los de Juventino Rosas. ¡La imaginación, siempre la imaginación! ¡Caramba conmigo!

 

¡Cuántas escenas imagino, cuántas cosas! Y siempre estás tú, siempre tú.

 

Es hora de dormir. Tal vez esta sea una noche sin sueños... de ninguna especie. Falso. Me es imposible dejar de soñar, dormido o despierto y siempre estás tú, siempre tú.

 

Aunque no sepa si en este momento sueño que vivo o vivo que sueño, déjame darte un beso, amada mía. El tiempo me podrá robar todo, menos mis más profundos sentimientos, de los que eres depositaria tú, siempre tú.

 

26 - Combinación armoniosa

Faltan tres horas todavía. Trato de no pensar, pero es difícil. Antes había en combinación soportablemente armoniosa de pensamiento con sentimiento. Ganó el pensamiento. Por eso soy como ahora soy. En Eya ocurrió lo contrario. Por eso es comor eso no podemos ya estar juntos con frecuencia aunque así lo deseáramos. Por eso nos necesitamos a veces. Sólo a veces. Eya seria mi esclava si se metiera en mis terrenos. Y lo sabe. Yo no soy mas que un cachorro de león en sus interminables llanuras. Lo sé; pero me encanta recorrerlas.

Continuará...

Las entregas de Eya se publican en esta sección los días domingos y miércoles