Al periodista
Se le fue la paciencia a La Parca
al leer las columnas del informador.
Las verdades a medias, leídas,
-¡basura de a madres!-, la encabronó.
Agarró su guadaña afilada
tumbando cabezas, montón tras montón.
Eran muchos los jijos metidos
en el negocito de la distorsión.
Al abogado
La Tilica, más flaca que nunca,
pensó en ayudara a los vivos.
Y después de algunas vueltas
definió sus objetivos.
Abogados mala tinta y mala sangre
cerraron los ojos pa" siempre.
Ahora están en el averno
y a allá ni Dios los defiende.
Al vagabundo
Siempre confiado en su sino,
con cinismo y desparpajo,
el vago esquilmaba a todos
sin conocer el trabajo.
La Calaca, un tanto molesta,
al verlo lleno de pringas,
le aplicó la Ley de Herodes:
Te jodes aquí o te chingas.
Al cura
Siempre con rostro extasiado
daba el cura su sermón.
Dios, Dios, Dios, por todos lados,
so pena de excomunión.
Junta limosnas de todos
para la "obra del Señor"
Los pobres ponen su lana
y él disfruta el esplendor.
La Chaneca ya cansada
al arcano lo llevo
y por más que reza y reza
no se aparece el Señor.
A las bandas urbanas
¡Ay Carajo, qué ejemplares!,
exclamó La Muerte al verlos:
cholos, skinjets y hopers,
nazis, mods, psicos y emos
Darks, hippies, punks y vampiros
con "orgullo" se mostraban,
"Contra la cultura vamos".
"Somos las bandas urbanas".
Ahora con sus cráneos juega
La Flacucha a las canicas
y a algunos les fue peor
los convirtió en bacinicas.
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