
Por Alonso Marroquín
Presentí la muerte
en una edad temprana.
Un futuro que no quería alcanzar,
acaso porque, es cierto,
me abruma la oscuridad.
Pero en los ojos,
en las manos, en las piernas,
en los músculos todos,
lo mismo que en el cerebro,
he acumulado cansancio y penas.
De que me aterra la muerte, me aterra;
no puedo, como otros,
verla como luz paradisíaca
ni como un abrazo amoroso,
ni como una playa serena.
Cuando llegue, inexorable y fría,
será un descanso, sí,
un alivio del dolor
de los mismos huesos
que ya no podrán soportar mi cuerpo.
Pero nadie sabe a ciencia cierta,
más allá de la fe ciega y sus creencias,
qué es lo que hay, si es que hay,
más allá de esta existencia.
En millones de años
La Tierra misma será polvo,
como el polvo original del universo,
y si mueren y nacen estrellas
tal vez, sólo tal vez,
pueda regresar en luz nueva
o me quede, simplemente,
como parte de la inmensa oscuridad
del universo.
Por lo pronto
quiero agotar hasta el último instante,
pensando que podré encontrar,
más allá del tiempo,
nuevos estadios,
mundos nuevos,
otras dimensiones
donde continuar plus viviendo
y allí reencontrarte y continuar,
sin ningún límite oscuro o siniestro,
nuestro amor verdaderamente eterno.