24 de Abril, 2008
¿Por qué no te dejas ver, Jelipe?
Por Chobojo Master

Recibo del Paisa el siguiente texto: Sólo en la tele te veo Jelipe, en cuadros cerrados, en closops (close ups), en mensajes especiales, muchas ocasiones burdamente realizados; siempre en lugares cerrados, jamás entre la gente común y corriente, o lo que es lo mismo: el pueblo. Aunque la televisión no pone en la pantalla a tu contingente de seguridad, éste es verdaderamente aparatoso. Supongo que no puedes ocultar tus complejos de ser como los presidentes gringos que cuando llegan a cualquier parte sitian de facto calles aledañas, avenidas, entradas, edificios, casas, establecimientos… Tu miedo parece ser la medida de tamaños despliegues. Oigo en la radio tus discursos editados, acomodaditos pa" que se oigan bonito, o para que parezcan enérgicos, aunque las más de las veces se oyen simplemente regañones. Siempre hablas del bienestar de México, pero no se ve por ningún lado. No cabe duda que sí eres "la continuidad" de lo que fue el nefasto gobierno "del cambio" de tu antecesor Vicente Fox. El tiempo ha corrido, no se detiene, y hay muchas cosas que me parecen lamentables y otras tantas que resultan preocupantes, una de ellas es tu famosa iniciativa sobre la "modernización de PEMEX", que siempre sí fue tuya (se sabía que era tuya, ¿de quién más?). La manera en que has manejado todo esto es pura marrullería. Desde el principio declaraste, llenándote la boca de falso patriotismo: "PEMEX es de todos los mexicanos, no se privatizará la empresa…" No quiero, ni es necesario escribir todos los choros que has soltado en relación a este tema y tantos otros. Lo que sí es claro es que has engañado a la gente, que mientes con todos los dientes, que ocultas en México lo que vas a ofrecer en el extranjero, y no es que yo sea un genio, o un adivino, no, ni una mente extraordinaria. Simplemente la información de los periódicos gringos y de otros países está ya al alcance de todos los que tengan acceso a Internet… Nada más entras a un café, pagas tus diez pesos y a navegar una hora por la red. Chido. La misma información que transmiten las televisoras y radiodifusoras nacionales, alineaditas a tu santa voluntad y capricho, si es analizada, nos permite darnos cuenta de cómo vas manejando a este gran país, que merece un mucho mejor destino del que tú le quieres forjar. Somos mexicanos, nada más, ignorantes si quieres, pero no somos tarados ni estamos fumados, Jelipe. Nos subestimas demasiado. Y para colmo: Nunca das la cara Jelipe Con la iniciativa para PEMEX nunca tuviste el valor de reconocer que era tuya. Intentaste que la presentara tu partido (Partido de Acción Nacional) como iniciativa de ellos. ¿Quién les iba a creer? A pregunta expresa de los reporteros contestaste que no sabías nada del tema y resulta, que a los pocos días, la enviaste al Congreso, con todas las triquiñuelas jurídicas para privatizar a nuestra gallina de los huevos de oro negro, para convertirla prácticamente en una administradora de contratos, con el evidente beneficio para los grandes ricos nacionales y extranjeros. Tus deudas han de ser muy grandes Jelipe, tanto como la codicia desbordada de diputados y senadores, incluidos los del PRI que van de la mano contigo, que ven el más grande de los botines en la privatización de Petróleos Mexicanos. Ya que ninguno de tus secretarios de estado o directores de instituciones paraestatales mueve un dedo sin tu anuencia o tu instrucción directa, es claro que PEMEX realizó el comercial de: "vamos por el tesoro a las aguas profundas", por órdenes tuyas. De todos es sabido que existieron dos versiones de dicha propaganda: una para consumo nacional y otra que dio a la luz pública Jacobo Sabludovsky donde se va por el tesoro "con alianzas" con otros, cosa que la constitución prohíbe. Un anuncio para consumo interno y otro para los ojos extranjeros. ¡Qué lindo presidente! ¡Tan inteligente y hábil! Si cualquier cuate obrara como tú lo haces, podríamos calificarlo con las siguientes palabras: un monito: evasivo, engañador, doble cara, mentiroso, descarado; alguien de quien se tiene uno que cuidar, porque en cualquier momento arrasa hasta con la última gallina del corral. Estoy seguro que si invitaras al Zócalo a todos los que apoyan tu iniciativa, estarías muy lejos de llenar la plaza, como lo hace siempre el FAP (Frente Amplio Progresista), que actúa a favor de nuestra nación, que se preocupa por nuestros intereses y el futuro, de a de veras de México. . Bueno, corrijo, sé que podrías llenar un buen espacio con contingentes militares y policíacos; con señoras de esas que Rius llamaba de la veladora perpetua; con integrantes del Yunque, esa secta de ultraderecha que hace iniciaciones verdaderamente siniestras y con asistentes incautos que podrías convocar engañosamente a través de todas las televisoras con un bombardeo propagandístico que se pagaría con nuestros impuestos (como todo) Mientras en América latina, ahora los mandatarios están viendo por sus pueblos y cuidando sus intereses, aquí en mi querido México, tú significas el lado oscuro de la moneda. Vas en sentido contrario, pareciera que se tratara de fastidiar al pueblo y enriquecerse "legalmente" hasta el hartazgo.
Fin de la nota del Paisa
Reproduzco una nota periodística, no sin antes decir: ¡NO A LA PRIVATIZACIÓN DE PEMEX!
México 24 de abril de 2008 El precio de la mezcla de crudo mexicano se aproxima a los 100 dólares el barril –¡al final del sexenio de López Portillo cayó a 8!– y probablemente Pemex ingresará este año 54 mil millones de dólares por la exportación promediada de un millón y medio al día. Esto, que sería una buena noticia para los mexicanos, porque impactaría favorablemente a su bienestar, en la práctica sólo sirve para alimentar la codicia de funcionarios del calderonismo y sus socios priístas encabezados Don Beltrone y Don Gamboano. El Centro de Estudios de Derecho e Investigaciones Parlamentarias de la Cámara de Diputados, que preside el también priísta Alfredo Ríos Camarena, llevó a cabo un análisis sobre el proyecto de reforma energética y llegó a la conclusión de que es anticonstitucional y privatizador. No todos los del grupo tricolor, pues, están de acuerdo con el atraco. Tendrían que zafarse de sus líderes, rechazar la iniciativa panista y presentar otra que no viole la Carta Magna. Enrique Galván Ochoa.
¡Échense ese trompo a la uña: Chobojo Master
Los viejos fotógrafos de San Juan de Letrán
Por Alonso Marroquin Ibarra
El Eje Central Lázaro Cárdenas, en la Ciudad de México, tuvo por nombre el de San Juan de Letrán. Corría de norte a sur, partiendo de la Alameda Central, donde se encuentra el Palacio de Bellas Artes, a unas cuadras
del Teatro Blanquita y la Plaza
de Garibaldi, la plaza tradicional de los mariachis. La prolongación de la avenida
en sentido opuesto tenía por nombre Aquiles
Serdán. En la actualidad el Eje Central incluye ambas.
En las décadas de los
años cincuentas y sesentas, San Juan de Letrán era una de las avenidas más concurridas.
Caminaban por ella un número de personas que parecía infinito, procediendo de
los rincones más apartados de esta inmensa metrópoli. Eran épocas donde se iba
al centro a comprar lo que sólo ahí se podía encontrar y, por supuesto, a
precios inmejorables.
Las tiendas
departamentales no tenían la presencia e influencia actuales; las calles, hoy
cerradas al transito vehicular, veían pasar un flujo interminable de
automóviles y autobuses de pasajeros, sin que existieran las prohibiciones para
estacionarse en las calles interiores. Visitar el centro era de rigor y San Juan, como se le decía
sintéticamente a la avenida, contaba con establecimientos que ofrecían a los visitantes
una amplísima variedad de artículos.
Caminar por San Juan de Letrán era integrarse a un
río de compradores y curiosos que se pegaban a los aparadores; permitía pasar
revista a todos los estratos sociales de los habitantes de este México
colorido, lo mismo estaban ahí albañiles y obreros comprando ropa en las
desaparecidas Tiendas Milano, que el intelectual entrando a
la Librería Zaplana en busca de ese libro que no podía encontrar en otro lado.
Otros más se detenían, por la tarde, en El
Moro a disfrutar de un excelente chocolate y churros calientitos, recién
hechos. El gran premio para los niños, después de convencer a sus padres, era
entrar al desaparecido Cine Avenida
y pasar un rato de maravilla viendo películas de dibujos animados, los
episodios de El Gordo y el Flaco
(Laurel y Hardy) y los
de Los tres Chiflados. Por décadas
fue el único cine en esta inmensa capital con programación exclusiva para los
niños.
Desplazarse entre tanta
gente activaba todos los sentidos y había que ponerlos en juego. Las madres, jalaban
a sus chamacos, bien agarrados de las manos, haciendo malabares, ya que no era
inusual que fueran cargadas de bolsas y bultos; el paisano que iba o regresaba
de trabajar, sorteaba a éste y aquél y a tantos que venían en línea recta, como
rinocerontes, ciegos, en un “ábranla que lleva bala” y “no me quito, si me
pegan me desquito”.
En medio de aquel
bullir de gente, cuando menos se esperaba, se oía un click y de inmediato un
chamaco le entregaba al caminante una pequeña tarjeta, al tiempo que decía:
«Mañana, después de las doce, puede pasar por sus fotos». No era posible pedir
que se hiciera una segunda toma. Los que venían detrás impedían que nadie se
detuviera. Así que eran verdaderas instantáneas las que realizaban aquellos
fotógrafos callejeros. Los había muy buenos, excelentes. De no haber sido así,
el negocio nunca hubiera prosperado.

Niño en el Zócalo (1958)
Propiedad de Alonso Marroquín Ibarra
Al día
siguiente o muchas semanas después, no faltaba quien acudiera a la dirección de
los fotógrafos de San Juan para solicitar una o varias impresiones de la foto
que les habían tomado. Los que recibían a los clientes eran unos fisonomistas increíbles
y verdaderos magos para localizar el negativo exacto donde había quedado capturada
la imagen del viandante. Sacaban cajas y cajas mientras miraban repetidamente
el rostro del interesado.
“¿Hace cuanto se la
tomaron?” “¿Venía solo o acompañado?” Eran algunas de las escasas preguntas que
hacían para tener más pistas y agilizar la localización. Se contestaran o no con
precisión, el buscador, con insólita rapidez, después de cotejar el negativo a
trasluz, preguntaba: ¿Cuántas copias va a querer? Lo había localizado entre
cajas y cajas atiborradas de pedazos de película fotográfica.
San Juan de Letrán no era el único lugar donde estos cazadores de
imágenes trabajaban. También se los podía ver en la Alameda Central, en el Zócalo,
en la Plaza de Garibaldi, en el Bosque de Chapultepec y en muchos
emplazamientos más. Sin embargo, los viejos fotógrafos de San Juan, disparaban
sus cámaras miles de veces al día y allí estuvieron por muchos años. Sin duda, a
través de los años, deben haber impreso millones de fotografías.
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