Por Chobojo Master
La palabra nos sirve para expresar los más altos valores y principios, para plantear las tesis más complejas y alcanzar una conclusión; nos permite manifestar las ideas y divulgarlas. Es la palabra, también, el recurso por excelencia de la comunicación. Por la palabra, con y en ella nace la poesía. Es profundidad, vehiculo eficaz, presencia e inmortalidad. Los clásicos a través de la palabra han llegado y permanecen entre nosotros, haciendo que su legado crezca, se conserve y aprecie.
La palabra, en boca del rústico toma su valor esencial, simple y directo, se entiende. Sin rebuscamientos, sale al aire y transmite sus emociones y sus vivencias, sus dolores y los logros de cada día. Es el paisano quien con claridad utiliza los vocablos para manifestar su gusto o su disgusto, su conformidad o rechazo.
La palabra en los enamorados se vuelve miel, melcocha incluso, y en su pretensión seductora arma imágenes idílicas para agradar al otro, para engrandecerlo, para ganarlo, para agraciarlo.
En los escritores, la palabra a veces se pone trajes extraños, y en los sinónimos se disfraza un poco, en las metáforas se vuelve juguetona y también se extravía. Sin embargo en la mayoría de los casos la palabra es propia, exacta, obligándonos a conocerla, a entrar en su significado y, ojala, a utilizarla.
Pero hay algunos que usan la palabra para confundir, para engañar, para mentir, para engatusar y esos se llaman políticos. Para poder entender lo que dicen, o para darse cuenta real de las intenciones detrás de lo que dicen, hay que poner en juego todos los sentidos. Los políticos, sin importar su "grado": diputados, senadores, ministros, secretarios de estado, lideres partidistas y tantos más de toda laya, buscan un fin, muchas veces diametralmente opuesto a lo que pueda significar un beneficio para la sociedad.
La política, en la actualidad, integra todas las estrategias de la mercadotecnia, sin excepción, no importa si éstas van contra la ética más elemental, son amorales o altamente perjudiciales para los demás. Lo único que importa es utilizarlas de manera afectiva para lograr los objetivos pretendidos, que las más de las veces son de sustancial beneficio personal, gremial o partidista.
Con la palabra, los políticos evaden las respuestas obligadas; con la palabra, trazan su futuro y garantizan la impunidad; con la palabra exoneran a los grandes rateros y a los traidores (muchos de ellos mismos lo son); con la palabra inventan mundos y bondades inexistentes divulgando falsos logros nacionales; es con la palabra que convierten las estadísticas en una herramienta despreciable para anunciar avances y hablar de marcas históricas inexistentes; con la palabra nos hablan -¡como si fuésemos unos párvulos, por demás idiotas!- de un tesoro oculto en el mar profundo, para que vayamos por él, en alianzas con otros, compartiendo los beneficios …
Con la palabra los políticos todo lo vuelven mierda y ante el liderazgo de uno, los demás interesados (los amigos y beneficiarios) se convierten en comparsas que vomitan la misma porquería. Todo un coro de infames, de viles, de ruines.
¡Y ellos tienen el poder…!
¡Democracia? Bueno, se ha convertido nada más en otra palabra.
Hacen falta hombres de palabra, no de palabras. Palabra que sí. Chobojo Master