Por Juan Cervera Sanchís
La Tierra está hastiada de eso que se auto nombra humanidad, y no puede explicarse cómo apareció en ella criatura tan voraz y a la vez tan amoral. Ella, la Tierra, programó a los insectos, a las aves, a las fieras, a los reptiles, a los mares, a los ríos, a las praderas, a los bosques y las selvas, pero la Tierra nunca pensó que engendraría eso que se auto nombra humanidad, por lo que no se explica su existencia destructora en su piel. Piensa la Tierra, piensa, porque la Tierra piensa, que eso que se auto nombra humanidad, es un virus maligno que un extraño enemigo sembró en ella con el único fin de destruirla, y lo está consiguiendo.
La Tierra, ¡ay!, lo siente, siente la Tierra, siente que eso que se auto nombra humanidad es un grave peligro y es por eso que ella, tan noble y generosa, anda ideando como acabar con tan destructor virus, al que ya no soporta, pues lo envenena todo.
La Tierra ya está hastiada hasta el extremo, de todos los extremos, de las imperdonables atrocidades que esa plaga que, tan pomposamente, se auto nombra humanidad, le infringe día con día.
Hastiada, hastiada, hastiada, hastiada está la Tierra de tanta humillación y tanta barbarie como diariamente le causamos.
Se acerca pues la hora de que la Tierra haga en la Tierra limpieza y ponga fin al fin al destructor parásito que con sumo descaro se auto nombra, aunque suene increíble, humanidad, cuando esa humanidad, que así se nombra, todo aquello que toca lo corrompe, empezando por ella misma, y convirtiéndolo, con crueldad infinita, en antihumano.
México D. F. 22 febrero 2008