Por Alonso Marroquín Ibarra
Para decir las cosas como son;
para eso están los cantores y los poetas.
Las mascaradas y las felonías
son de los que llaman políticos,
pero su voz, no es la voz de nosotros
y están impedidos para escuchar nuestros cantos.
Nuestras son las canciones y las poesías
que recuerdan a nuestros muertos,
a los que dieron la vida
por lo poco o mucho que tenemos;
las que cantan a la tierra,
a sus frutos, a sus flores, a sus animales;
esas que conservan el sonido de los manantiales
o nos recuerdan la sequedad de los campos,
Nuestras son aquellas canciones
y aquellas poesías
que nos confortan con su melodía,
por las tardes,
cuando estamos tristes;
esas que se nos pegan al cuerpo
convertidas en la persona que amamos;
Nuestras son las canciones
que nos alegran en las bodas sencillas,
en el campo de labranza,
en la fábrica, en el destierro;
y nuestra es la poesía
que cala hondo en nuestras almas,
la que se recuerda
y se hereda de padres a hijos,
porque ha recogido la esencia
de nuestro mundo, grande y precioso.
Que se pierdan los adornos,
las adulaciones y las mentiras
convertidas en tonadas comerciales
o en páginas de libros con altas comisiones.
Que se olvide todo lo que se canta y escribe
siguiendo el signo del dinero.
Nada es auténtico por encargo.
Nada nos deja a nosotros
lo que salga de un corazón maquillado.
Nada engendra quien no tiene semilla.
No puede llenarse nadie
con las palabras y el sonido
de quien vive vacío.
Por eso, no queremos más palabras muertas
de cantantes comerciales,
de escritores mercantiles,
de bocas mentirosas que prometen
sin conocer nunca el cumplimiento.
No queremos eso
Tenemos canciones y poesía
y son nuestras desde la raíz hasta la muerte
Y tenemos también
nuestros cantores y nuestros poetas
que nos dicen las cosas como son,
con claridad, con sinceridad,
con dolor si es necesario.
Por eso habrán de vivir siempre, siempre,
en nuestras voces y en nuestros corazones.