Cuánta dulzura tenía su boca
y cuánta su alma;
lo demás no lo supe nunca,
aunque las lenguas hablaran y hablaran.
Para mí fue suficiente
vivir embriagado de su aroma,
pasármela aletargado con su voz
y quedar sosegado, con las ansias satisfechas.
No sé si fue un sueño,
pero todavía la extraño.
Constantino Pol Letier