Un día me desperté pensando en ti, ya tiene bastante tiempo que así ocurre. Mi obsesión se vuelve cada vez más grande, es como un monstruo que me consume día a día. Al principio me podía defender, éramos iguales, pero el tiempo ha pasado y la fuerza me ha abandonado; él se vuelve mas fuerte y yo más débil. No me queda más que huir de él, hasta el día de lo inevitable.
¿Qué hice mal?, ¿qué no hice? Estas dos malditas preguntas nunca me dejan descansar del martirio, del sentimiento inexistente que sientes por mi, ¿Dónde estás?, ¿estas bien? Prometiste que lo estarías. Es lo menos que puedes hacer por mí: ser feliz.
¿Cómo pude ser tan tonto? Esto ya me había pasado con anterioridad, tú lo sabes, pues yo te lo dije; por suerte también te dije lo más importante en este asunto desconocido, que siempre genera un dolor relativo y nos hace llorar cuando nos sentimos seguros, solos, en paz con nosotros.
El día de mañana me levantaré obligándome a vivir un día más con estas horribles personas, que sólo sirven para recordarme que algún día fui feliz y que sólo lo volveré a ser cuando me olvide de lo que algún día fuimos nosotros.
Rodrigo Alonso Marroquín Posada