I
Se necesitan dos
para que el asunto funcione.
Todo empieza después del primer acercamiento,
una vez pasada la revista y satisfechas las partes;
aceptadas las mutuas simpatías;
asimilada la expresión de los ojos, siempre los ojos;
e integrados los requisitos de selectividad.
Se abre por primera vez la puerta
y la primera cita llega enigmática,
con su cargamento de promesas.
Es la primera vez, con su ¡ojalá! en el fondo.
Están vivas la disposición y la curiosidad,
es el momento donde la cortesía, deja su anacronismo,
regresando del desempleo para recobrar su encanto.
Uno al otro, se brindan detalles;
los movimientos de las manos, siempre sutiles, agracian
y el brillo del contento, ilumina la mesa.
Todo se integra con el aroma del café caliente
y la delicia de los pastelillos.
¡Prima ocasión, siempre atractiva!
Salen del olvido los detalles
que por escasos parecían perdidos,
y los halagos mutuos se muestran traviesos,
saltando juguetones con cualquier minucia.
¡Ella es! ¡Él es!
Justo es ese el momento en que ambos abren,
con espontaneidad irrepetible, un joyero único,
con piezas invaluables que nadie antes poseyó.
Y así, como dos coleccionistas románticos
juntando sus tesoros, para ellos únicos,
inician su aventura hacia adelante,
algunos para siempre,
un siempre sólo limitado por sus vidas.
Del eres diferente
arribarán al te extraño, cuando no se vean por un día;
de la simple simpatía
llegaran al nunca había sentido esto por nadie;
de la alabanza,
surgirán las palabras que los divinizan;
se escribirán los secretos y las promesas,
convirtiéndose la servilleta de papel
en un pergamino de amor probado.
Las flores, siempre increíbles y sorprendentes,
mostraran toda su fuerza, ´
convertida en colores, en aromas, en encanto.
Ellas, hermosas brujas, los llevarán al ensueño
en cada fecha significativa del año
convenciéndolos del amor
invencible e imperecedero.
Con esos cimientos crecidos,
vestidos de superlativo,
donde lo microscópico se dimensiona hasta los cielos,
los enamorados harán un pedestal igualmente grande
para subirse y coronarse en él como pareja.
Alonso Marroquín Ibarra
agosto de 2006 y corriendo