
Después del arrebato, de los reproches,
porque no hay nada perfecto,
y de esos arranques punzantes que tensan los nervios,
nos quedamos en guardia dolorosa,
con esa sensación que muerde y nos dice
que son ya demasiadas desilusiones las de nuestra novela
Mejor me contengo, pienso todavía molesto.
Cualquier soplo hará más grande el fuego.
Me recojo con mis cachivaches sentimentales
en mi espacio predilecto y hago que leo;
ella también se inventa haceres
hasta que la noche firma con su silencio.
Viéndola dormida, suavemente la beso;
recorro sus rasgos descansados y serenos.
¡El veneno de las palabras, daña o mata, y yo la quiero!
Por la mañana vienen y van los acercamientos,
como un ferrocarril que arranca de a poco.
Nuestros ojos y manos sustituyen nuestras lenguas
y se vuelven finos detalles del uno para el otro
–De lo que pasó ayer…
–Shhh… No hables. Te quiero.
Alonso Marroquín Ibarra
año 2006 y corriendo