Al morir su compañera de toda la vida, su amadísima esposa, escribió:
No hay cosa en qué poner los ojos, que no sea recuerdo suyo.
Mandó enmarcar sus palabras, poniéndolas en su cabecera.
Cuando falleció él, todo era recuerdo de ambos.
Alonso Marroquín Ibarra
julio de 2006 y corriendo