Gracias a los políticos con espíritu de Og Mandino, que se sintieron los vendedores más grandes del mundo, privatizando todo se olvidaron del desarrollo y la creación. En su dependencia tecnológica, ninguno logró desarrollar ningún tipo de infraestructura y al final se quedaron sólo con la inmensa pobreza.
Ese fue el último regalo para sus pueblos.
Alonso Marroquín Ibarra