Por aquel entonces había integrado yo un grupo, Barricada, que se dedicó a la interpretación y difusión de la música latinoamericana. El nombre del grupo fue la consecuencia de un propósito: defender lo propio ante la invasión desmedida de la música norteamericana.
Nos llenamos el alma de nacionalismo y de pasión por todo lo que nos une en nuestro continente y entonamos las canciones de nuestra América hermana. Nuestro repertorio recogió los viejos y los nuevos compositores, la música tradicional desde el Río Bravo hasta la Patagonia, llenándose las guitarras con todos los rasgueos y compases posibles, juntando charangos, cuatros, bombos legüeros, tiples, quenas, dulzaínas y todo instrumento imaginable que estuvo a nuestro alcance. Las manos faltaban para hacer vibrar las cuerdas y sacarle los ritmos a las percusiones.
El grupo de Los Folkloristas ya había empezado su destacada y encomiable labor y casi como lapas nos pegamos a ellos para aprenderles y cantar... Cantar con todo, desde las tripas; cantar para todos, no sólo en los escenarios de paga. Fuimos a los barrios, a las plazas, a los camiones (autobuses), a los mercados, a las escuelas y cantamos y cantamos y cantamos. Nos integramos con otros iguales, intercambiando experiencias, acabándonos las noches, descatalogando al sueño, y el entusiasmo en vez de menguar, crecía.
Ahí estaba la nueva trova cubana, la música reflexiva de Enrique Ballesté, la guerrera de Gabino Palomares, la poco difundida en México de Atahualpa Yupanqui, el neofolclor chileno. Ahí también, las voces de Violeta Parra, de Soledad Bravo, de Mercedes Sosa, todavía no invadida del todo por su superego, el esencial Víctor Jara y su Canción del Poder Popular, Daniel Viglietti, Facundo Cabral sin sus apegos afrancesados o místicos, Alberto Cortez siempre burgués con su filosofía de vida...
Un verdadero mosaico de riqueza musical, toda nuestra, en la mesa, en las gargantas de todos los que quisieron entonar, en los oídos de los que quisieron escuchar y en la memoria de todos los que participamos.
Música latinoamericana, verdadera vida,
tonos ya de lamentos o de amores perdidos,
lo mismo que de bravos embates contra lo extraño.
o de sentir profundo por ese amor a la tierra.
A desalambrar, a desalambrar...
que la tierra es nuestra, es tuya y de aquél...
Daniel Viglietti
Yo no canto porque sé,
ni porque mi voz sea buena...
Canción popular mexicana
Eso de jugar a la vida
es algo que a veces duele...
Enrique Ballesté
... él volvió, volvió casado,
ella se murió de amor.
José Martí - Oscar Chávez
...muchas cañas hay en Cuba
pero aquí hay cañas también.
Alonso Marroquín Ibarra
Volver a los diecisiete
después de vivir un siglo...
Violeta Parra
...eran los hombres barbados
de la profecía esperada.
Gabino Palomares
...y todos se entretenían
guitarreando hasta el desvelo.
Atahualpa Yupanqui
Aquí se queda la clara,
la entrañable transparencia...
Carlos Puebla
Voy a cerrar por inventario,
retiro del mostrador la mercancía quedada...
Xulio Formoso
Sol redondo y colorado como una rueda de cobre
a diario me estás mirando, a diario me miras pobre...
Canción revolucionaria mexicana
Sapo de la noche, sapo cancionero
que vives soñando junto a tu laguna...
Hugo Chagra
Y cantamos en ciudades grandes, medianas y chicas, en poblados lejanos, allá en los pobres caseríos, en los llanos, en la sierra, en la selva, en la aridez del norte, en todo rancho. Y seguiremos cantando esa música nuestra, vital y liberadora, de tonadas sentidas que se meten muy dentro con su ritmo, llenas de sabor a tierra y a sol, a mañana fresca, impregnadas de sangre india y mestiza, canciones resultantes de conquistas viejas para reconquistarnos a nosotros mismos.
Mientras tenga cuerdas, mi voz
ha de cantar donde pueda
y si requiere una canción,
présteme nomás la madera
que hermanándome con ella
le daré satisfacción.
No pregunte de 'onde soy
que eso no tiene importancia.
Así como vengo, voy,
sin gustarme la jactancia.
Sígame con la guitarra.
De canto es la noche de hoy.
¡Cantar y cantar y cantar lo nuestro, siempre ha valido la pena!
Alonso Marroquín Ibarra